domingo, 10 de agosto de 2014

La cultura y la religión de Canaán






Palestina en el bronce reciente, anqué algo retrasada en comparación con Fenicia, fue sin embargo parte de una gran cultura que se extendía desde la frontera egipcia hasta Ras Samra por el norte

Aunque impresionantemente. Las ciudades estaban bien construidas, con fuertes defensas, drenaje y, en algunos casos (Jerusalén) túneles excavados con la intensión de asegurar el abastecimiento de agua en caso de asedio. Elegantes casas patricias rodeadas de chozas para los siervos ilustran el carácter feudal de aquella sociedad. Los cananeos fueron pueblos comerciantes, grandes explotadores de madera y de construcción y líderes de industrias textiles y teñido de purpura. Estuvieron en contacto no solo con Egipto sino también con Mesopotamia, sino incluso en los países egeos, como lo demuestra concretamente la abundancia de cerámicas micena en todas. Palestina y Siria por los siglos XIV y XIII y también las importaciones de Minos en un primer periodo. El nombre de <Kaftor> (Greta), conocido en Mari (siglo XVIII), se encuentran también el documento de Ras Samra (siglo XIV). Sin embargo Canaán no alcanzo su conquista suprema en la cultura material, sino en la escritura. Antes de concluir el tercer milenio, los cananeos de los Biblos desarrollaron una escritura silábica inspirada en la egipcia. En los bronces resientes, los escribas cananeos no solo escribieron con profusión en acadio, y ocasionalmente en egipcio y en otras lenguas, sino de la misma escritura cananea se derivaron algunas escrituras diferentes. Entre estas estuvo el alfabeto lineal, cuya investigación se ha de atribuir a los cananeos. Llevada de Fenicia a Grecia, vino a ser el aconteceros de nuestro propio alfabeto

Igualmente notable son los textos de Ras Samra (siglo XIV) que, junto a variados documentos en diversas lenguas, incluye escritos cananeos en el alfabeto formado por caracteres por uniforme. Aquí tenemos, puesto por escrito, en un aprendido estilo poético con muchos parecidos con versos primitivos, el mito de la narración épica de Canaán. Este material, cuyo origen es varios siglos más antiguos, aporta valiosos conocimientos acerca de los cultos cananeos

Se debe hacer hincapié, una y otra vez, en los orígenes de Israel coincidieron con un periodo de abundante literatura. La religión cananea, sin embargo, no nos presenta un cuadro agradable Fue un efecto, una forma de paganismo extraordinariamente envilecida, especialmente en lo tocante al culto de la fecundidad. La cabeza nominal del panteón, pero un papel inoperante era el del dios padre, El. La principal actividad nativa era Ba’al (Señor) título de Hadad, antiguo dios semita de las tormentas, que reinaba como jefe de los dioses en una encumbrada montaña al norte

Entre las divinidades femeninas estaban Aserá (en la biblia también el nombre un objeto de culto de madera: Jc. 6, 25 s., etc.), Astarté (en la biblia Astarot o Astoret) y Anat (en los textos de Ras Samra en la época de Ba’al, pero conocido en la Biblia solo por nombre de lugares, p. e., Bet-Anat). Esta diosa, aunque imprecisas en personalidad y función, representa el principio femenino en el culto de la fecundidad. Son representadas como prostitutas sagradas o madres encinta, o, con una sorprendente polaridad, como diosa sanguinarias de la guerra.



Importante en el mito cananeo era la muerte y la resurrección de Ba’al, que correspondía a la muerte y la resurrección anual de la naturaleza. Cuando el mito era reactualizado con un ritual mimético, se creía que la fuerza de la naturaleza era avivada y que la ansiada fecundidad del suelo, animales y hombres quedaban asegurada. Como en todas las religiones de esta clase, prevalecieron numerosas prácticas envilecedoras, entre las que se incluían las prostitutas sagradas, la homosexualidad y diversos ritos orgiásticos. Fue la clase de religión con la que Israel, aun tomando mucho de las culturas de Canaán, nunca pudo pactar en buena conciencia



Deidades Cananeas








El obispo Eusebio de Cesarea, en Palestina, descubrió en el año 314 d.C., los escritos de Filón de Biblos y los dio a conocer. Muchos de ellos, principalmente los que describirán la mitología y el culto, hacían poner de tal manera los pelos de punta que se rehusaban admitir como buena moneda de narración de semejante degeneración de los sentidos.

Por encima de los Ba’ales de Canaán reinaban, en primer lugar el dios El. Su esposa era Achira, diosa que también es mencionada en la Biblia. El caso de sus tres hermanas, de las cuales eran una Astarté. Con este nombre en el libro de los (Jueces 13; 10, 6 sign). Es citada repetidamente en el Antiguo Testamento. El no solo mata a su hermano sino también a su prójimo; corta la cabeza de su hija, castra a su padre y se castra él y obliga a sus compañeros a hacer lo mismo.

No es, pues, de extrañar que las gentes de la época del cristianismo no quisiera dar crédito a semejantes enormidades y comprendiendo muy bien que todo esto medianamente civilizado tenga que velar por la moralidad de sus súbditos. En la Canaán de aquel tiempo en el culto a los dioses era un culto sensual, los templos ocupaban los sitios de los burdeles, gentes lascivas de ambos sexos eran consideradas como pertenecientes al personal que practicaban los cultos y los donativos para sus (servicios) entraban en cajas de los templos como (ofrenda a las divinidades).

El culto inimaginable de Canaán rendía a la fecundidad, se extendía hasta todo el pueblo. Debajo de cada una de las casas excavadas hay una bóveda mortuoria en la cual los habitantes de Ugarit enterraban a sus muertos. Unos tubos de arcilla de una forma rara iban hasta el fondo… es que por estos conductos se obsequiaban a los muertos con las aguas, vino y aceite, así como también con carne y la sangre de los animales sacrificados. Ni ante la muerte se detenía el culto a la fecundidad. Los recipientes en forma de embudo no dejan duda alguna sobre el particular, van provistos de los correspondientes símbolos. En el rito para los vivos la mandrágora jugaba un gran papel, los antiguos cananeos y los fenicios atribuían a esa raíz carnosa propiedades afrodisiacas, creían que tenía facultad de excitar el amor y de curar la esterilidad. Crueles y salvajes son Artarte y Anath, diosa de la fecundidad y de la guerra. La época de Ba’al en Ugarit lo describe la diosa de Anath: (con poder segaban a los habitantes de las ciudades, asesinaban a los pueblos de las costas marítimas, aniquilaban a los hombres del este). Arrastraba a los hombres a su templo y cerraba sus puertas para que nadie pudiera escapar. Arrojaban silla a los jóvenes, mesa a los guerreros, banquillo a los poderosos. (Se bañaban con sangre hasta las rodillas, o más bien hasta el cuello. A sus pies habían cabezas humanas y sobre ellas flotaban manos, cual langostas, a su alrededor. La cabeza de sus víctimas se la ponía como adorno a sus espaldas y las manos en su cinturón). (Su hígado se hinchaba de reír, su corazón lleno de alegría, el hígado de Anath estaba pretorio de júbilo). (De estar satisfecha) se levantan las manos en sangre humana coagulada para ocuparse de otras cosas. Anath es hermana y esposa de Ba’al, del dios de las tormentas y las lluvias. Su símbolo es de la cabeza de toro. Ba’al fertiliza al ganado en los prados con lluvias, para cebarlos. También se preocupaba de su reproducción, cuando, con el transcurso de los años, muere y queda domado (como el toro bajo la cuchilla del sacrificador), su hijo toma si cargo en esta misión. En Ugarit se encontraron pequeñas figuras, así como amuletos de Astarét. Son de arcilla y de oro y están desnudas. Serpientes y palomas, celebres en oriente por su extraordinaria fecundidad, son sus símbolos. Las diosas de la fecundidad eran seguramente veneradas en las montañas y alturas. Allí se erigían los (aseras), se plantaban (estacas sagradas), arboles bajo los cuales tenían lugar (los cultos) como viene indicando repetidamente en la Biblia: (También ellos se construyeron lugares altos, Massebás y Aserás encima de cualquier colina elevada y bajo cualquier árbol frondoso) (1 reyes 14:23). Sobre la naturaleza de las acciones practicadas por el (culto) no existía ya duda alguna de las excavaciones de Ugarit. Solo después de los resultados que habían sido alcanzado sobre los dioses de Canaán, podemos medir en toda extensión cuan intensa debía ser la campaña moralizada que precisaban los hijos de Israel. ¡Cuán grande era la tentación para un sencillo pueblo de pastores, y cuan peligrosa para él las seducciones! Más de una vez habían arraigados los cultos a Ba’al, penetrando hasta el propio templo de Yahvé, hasta el mismo santuario. Sin su rígido código moral, sin la creencia de un solo dios, sin las austeras figuras de sus profetas, los israelitas no hubieran podido resistir su promiscuidad con los adoradores de Ba’al, en el culto a las sacerdotisas de las diosas de la fecundidad, con los Aserás y las alturas .Y este fue el motivo de los (textos escandalosos). Cosa que no podía ser llamada en atención a los testimonios



Durante muchos años la biblia ha sido una gran fuente de información en cuanto a la religión cananea. Naturalmente, no se ocupa de ella un ex profeso sino inicialmente, incidentalmente, dominada como se halla por la preocupación de mantener a los hebreos alejados de sus corrientes altamente sensuales. Un valioso papel de documentación juegan también los nombres propios de personas y de lugares cuando esconden en sí mismo elementos teoforicos. De la religión cananea habla expresamente Filón de Biblos, que vivió hasta el año 100 d.C. en su “Historia Fenicia” que se ha podido construir parcialmente, incluso después de la desaparición, gracias a las referencias de Eusebio (preparativo evangélica, I, 9, 20-10, 54; IV, 16, 6; IX, 9, 11-12). Es cierto que siempre se guardaron serias dudas en cuanto a la fidelidad histórica de este escritor Fenicio; pero estas han sido desterradas después de los importantes descubrimientos de Ras Samra, que han confirmado la sustancial historicidad de sus informaciones. La religión cananea recibe ya algunas iluminación en los hallazgos arqueológicos efectuados fuera de Ras Samra; recordemos que la carta de El-Amarna, que nos facilitan nombres teoforicos de personas y de localidades cananeas, los textos Egipcios que nos hablan de las divinidades cananeas; los textos de execración, también ricos en el nombre teoforicos en los numerosos hallazgos arqueológicos en varias localidades de Palestina (Tell el-Hons, et-Tell, Tell ed-Duwer. Tell djezer, Tell el-Qedah, Tell Naharia), y, finalmente, las inscripciones únicas y fenicias, como la de Zakir, Alepo y Karatepe. Pero la auténtica luz meridiana nos vienen solamente los descubrimientos arqueológicos de Ras Samra. Las numerosas tablillas de arcilla aquí halladas significan una contribución mayor que todas las fuentes anteriores indicadas tomadas en conjunto. También la Biblia se ha visto con el primado arrebatado, en cuanto a la fuente de información. Pero hemos de alegrarnos de ello, porque de forma indiscutible se ha pues en claro su veracidad histórica, incluso en este sector



Panteón Cananeo





Al frente del panteón cananeo se coloca el dios El, que es el dios supremo, y su autoridad está reconocida teóricamente por los otros dioses, aunque el gobierno practico del mundo, de los dioses, y de los hombres estuviera en disputa entre alguno de ellos, especialmente ambiciosos. Como padre de los dioses y de los hombres, Él es un dios bueno y misericordioso, pero frecuentemente débil, porque no sabe resistir a las amenazas y a las adulaciones y muchas veces se encuentra en situaciones ridículas. También es el creador de las cosas; las recientes inscripciones de Karatepe lo conocen precisamente como “el creador de la tierra” (‘I qn ‘rs), mientras que un texto Hitita convierte este epíteto directamente en una divinidad (Elqunirshu). La biblia menciona esta divinidad en algunos nombres de personas y de sitios (Eliezer, Betel), y es en el nombre de Él, “creador del cielo y de la tierra”, en el que el cananeo Melquisedec bendice a Abraham cuando este vuelve victorioso de su expedición contra los reyes orientales (Génesis 14:19).

El dios soberano, sin embargo, es Ba’al, el dios de la naturaleza, de los fenómenos meteorológicos, de la vegetación y del cultivo de los campos. Otros nombres suyos son Hadad, Aliyan Ba’al, Ba’al-Sapan, Ba’al-Shamin, etc. Es un dios joven que consigue suplantar al anciano El y que se impone por la fuerza sobre el dios Yam, que personifica la primitiva fuerza caótica; precisamente la victoria sobre este dios asegura a Ba’al el derecho de la supremacía sobre los demás dioses. Otro rival de Ba’al es Mot, el dios del verano y del calor, que domina el infierno; la anual lucha contra esta divinidad tiene un éxito alternado. Ba’al, derrotado, baja a un mundo subterráneo hasta que la muerte de Mot a manos de la diosa Anat no implique la hora del despertar. En esta alternativa de sucesos se personifica la sucesión de las dos estaciones del año Oriental; en Babilonia, este suceso estacional estaba representado por un único dios Tammuz.

Ba’al recibe en la Biblia varios epítetos, todos expresión de cultos locales: Ba’almeon, “Ba’al del refugio” (Números 32:38); Ba’al Tamar, “Ba’al del Palmar” (Iud. 20, 32); Ba’alsefón, “Ba’al del Norte” (Éxodo 14:2, 9); Ba’al Berit, “Ba’al de la Alianza” (Iud 9, 4); Ba’aljasor (2 Samuel 13:23) Ba’al Fagor (Números 25: 3-5)

Después de los varios descubrimientos arqueológicos el último de los cuales ha sido el de la estela de Alepo en 1939, conocemos el nombre propio y cronografía del dios Fenicio designado por la Biblia con el nombre genérico de Baal, el mismo que la impía reina Jezabel quiso imponer a los israelitas; se trata de Ba’al de Tiro, que lleva el nombre de Melcart, “El rey de la ciudad”. El hecho de que hayamos hablado de él en el capítulo dedicado al profetismo Hebreo nos permite la omisión de una alta referencia.

También los textos de Ras Samar nos han podido explicar el enigmático Ba’al Zebub 2 de Reyes 1 y 2 y en el Nuevo Testamento (Texto latino Mateo 12:24; Lucas 11:15); como aquellos textos conceden a Ba’al el título de “príncipe” (Zbl), se ha llegado a concluir con razón que el titulo originario fue Ba’al Zebul, “Ba’al el Príncipe” – como aparece en el texto griego del Nuevo Testamento en los pasajes citados --, título que los masoréticos cambiaron para escarnio a Ba’al Zebub, “Ba’al de las Moscas”.

Entre las numerosas divinidades masculinas de segundo plano merecen especial mención Dagan o Dagon, el dios de los cereales y de los Filisteos. En los textos de Ras Samra se le considera como padre de Ba’al-Hadad, y en esta ciudad tienen templo consagrado a él. También la Biblia lo conoce como dios principal de los Filisteos; era venerado en la ciudad de Azoto (1 Samuel 5:1-7), además de en su templo de Gaza (Iud 16, 23); su nombre lo llevan dos ciudades de palestina (Bet Dagon; ios 15, 41; 19, 27)



Una divinidad particularmente siniestra en las páginas del Antiguo Testamento es Moloch, a la que se destinaban los sacrificios humanos sobre todo de niños (Lv, 18, 21; 20, 2-5; 1 Reyes 11, 7; ir, 32, 35, etc.). Se ha escrito mucho sobre este dios, sin que en absoluto se haya podido llegar a conclusiones definitivas. Efectivamente, hay quienes al basarse en los nombres teoforicos hallados en El-Amarna ha recordado la divinidad cananea Milk O Melek, que se podría identificar con el dios Melcart de Tiro, o bien Milkom, dios nacional de los amonitas; otros, por el contrario, después de la publicación de algunas cartas de Mari en 1938 y de textos arcádicos del tercer milenio, han relacionado a Moloch con el dios Malik o Muluk, venerado en la región del medio Éufrates hacia el 1800 a.C. tal vez desde antes. Finalmente, o. Eissfedt, basándose en ciertas inscripciones públicas del siglo III d.C. ha entendido a Moloch como el nombre común de una “especie de sacrificio”